miércoles, 25 de febrero de 2015


    Es frecuente oír que los docentes venezolanos son formadores del futuro de la nación esas cosas que decimos y repetimos mucho terminan por perder sentido; pero literalmente lo son. El país pone lo más tierno, lo maleable, lo más precioso que posee: la niñez, la juventud, los hombres y mujeres llamados a desempeñar el papel fundamental en el desarrollo del destino nacional. Y depende en gran parte de lo que ellos logren, de lo que puedan y propongan hacer con esa sustancia tan receptiva, como es el espíritu humano, que es el resultado, ya sea este bueno o malo, sea grande o mediocre, sea positivo o negativo.

    Ha habido fenómenos nuevos como la inmensa masificación de la educación a todos los niveles. Ya no es una pirámide educacional lo que se dibuja en el horizonte social, sino un cubo; es una masa gigantesca de población que aspira subir cada vez más un eslabón en el desarrollo educativo. Esto plantea interrogantes gigantescas: ¿Dónde están los docentes? ¿Dónde están los profesores para atender esta inmensa masa a la que hay que enseñar a producir conocimientos y formar?

    Luego, junto a este problema, ya que es de proporciones aterradoras por su dificultad de encontrar tal cantidad de docente calificados para tal misión, está el problema cualitativo. ¿Qué educación le vamos a dar al hombre y mujer de hoy? ¿Qué debe dárseles? ¿Qué debe señalárseles en la educación? El contenido de la educación también cambia y por lo mismo el proceso educativo; tanto el qué enseñar como a quién enseñar y cómo hacerlo, están sometidos a discusión.

    Hasta hace algunos años el docente podía considerarse un transmisor, de conocimientos recibidos: un hombre o mujer que tenía más o menos la habilidad para enseñar lo que había aprendido. En la actualidad ya no es así. Hoy tiene que ser un piloto, un explorador que vaya con el grupo de alumnos penetrando el territorio desconocido, no para decirles “yo conozco el camino y se los voy a enseñar a ustedes”, sino vamos a buscar el camino juntos, porque posiblemente yo me equivoque y ustedes me ayudarán en un momento dado y podrán decirme, parece que estamos un poco perdidos profesor.

    Ese es el docente entrañable, es el insustituible, que no es maestro solamente por lo que sabe y es importante que sepa. Es docente por la condición de guía, por la capacidad de comprensión, por la profunda simpatía humana, porque, sabe entender a los estudiantes y sabe acercárseles y no pretende imponérsele. Es el maestro que va transmitir y dar lo mejor que tiene y lo mejor  que no es solo sus conocimientos sobre la asignatura que imparte. Lo mejor que debería tener es la actitud ante la vida, es la manera de hacerles comprender a sus estudiantes que la vida, es maravillosa y peligrosa a la vez, llena de riesgos y posibilidades.

    Actualmente los docentes por vocación, están viviendo una hora muy difícil; con cambios y alteración de métodos, de sistemas y contenidos, pero que, para salir adelante con éxito en ello, tienen que reposar fundamentalmente en ese don de acercarse, de comprender, de aproximarse, de alertarlo contra todo fanatismo, contra toda servidumbre intelectual: de enseñarles que tienen el don de la libertad de conciencia. Enseñarles a pensar, a dudar, a buscar por si mismos.