Es frecuente oír que los docentes
venezolanos son formadores del futuro de la nación esas cosas que decimos y
repetimos mucho terminan por perder sentido; pero literalmente lo son. El país
pone lo más tierno, lo maleable, lo más precioso que posee: la niñez, la
juventud, los hombres y mujeres llamados a desempeñar el papel fundamental en
el desarrollo del destino nacional. Y depende en gran parte de lo que ellos
logren, de lo que puedan y propongan hacer con esa sustancia tan receptiva,
como es el espíritu humano, que es el resultado, ya sea este bueno o malo, sea
grande o mediocre, sea positivo o negativo.
Ha habido fenómenos nuevos como la inmensa
masificación de la educación a todos los niveles. Ya no es una pirámide
educacional lo que se dibuja en el horizonte social, sino un cubo; es una masa
gigantesca de población que aspira subir
cada vez más un eslabón en el desarrollo educativo. Esto plantea interrogantes
gigantescas: ¿Dónde están los docentes? ¿Dónde están los profesores para
atender esta inmensa masa a la que hay que enseñar a producir conocimientos y
formar?
Luego, junto a este problema, ya que es de
proporciones aterradoras por su dificultad de encontrar tal cantidad de docente
calificados para tal misión, está el problema cualitativo. ¿Qué educación le
vamos a dar al hombre y mujer de hoy? ¿Qué debe dárseles? ¿Qué debe
señalárseles en la educación? El contenido de la educación también cambia y por
lo mismo el proceso educativo; tanto el qué enseñar como a quién enseñar y cómo
hacerlo, están sometidos a discusión.
Hasta hace algunos años el docente podía
considerarse un transmisor, de conocimientos recibidos: un hombre o mujer que
tenía más o menos la habilidad para enseñar lo que había aprendido. En la
actualidad ya no es así. Hoy tiene que ser un piloto, un explorador que vaya
con el grupo de alumnos penetrando el territorio desconocido, no para decirles
“yo conozco el camino y se los voy a enseñar a ustedes”, sino vamos a buscar el
camino juntos, porque posiblemente yo me equivoque y ustedes me ayudarán en un
momento dado y podrán decirme, parece que estamos un poco perdidos profesor.
Ese es el docente entrañable, es el
insustituible, que no es maestro solamente por lo que sabe y es importante que
sepa. Es docente por la condición de guía, por la capacidad de comprensión, por
la profunda simpatía humana, porque, sabe entender a los estudiantes y sabe
acercárseles y no pretende imponérsele. Es el maestro que va transmitir y dar
lo mejor que tiene y lo mejor que no es
solo sus conocimientos sobre la asignatura que imparte. Lo mejor que debería
tener es la actitud ante la vida, es la manera de hacerles comprender a sus
estudiantes que la vida, es maravillosa y peligrosa a la vez, llena de riesgos
y posibilidades.
Actualmente los docentes por vocación,
están viviendo una hora muy difícil; con cambios y alteración de métodos, de
sistemas y contenidos, pero que, para salir adelante con éxito en ello, tienen
que reposar fundamentalmente en ese don de acercarse, de comprender, de
aproximarse, de alertarlo contra todo fanatismo, contra toda servidumbre
intelectual: de enseñarles que tienen el don de la libertad de conciencia.
Enseñarles a pensar, a dudar, a buscar por si mismos.